El realismo mágico es una característica propia de la literatura latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX que funde la realidad narrativa con elementos fantásticos y fabulosos, no tanto para reconciliarlos como para exagerar su aparente discordancia o diversidad. Cuestiona la verdad y a su vez puede socavar de manera deliberada el texto y las palabras, y en ocasiones, la autoridad de la propia novela. Es introducido a la literatura hispanoamericana por Arturo Uslar Pietri.
Se produce un proceso de fusión entre las tradiciones locales, las leyendas indígenas, los diversos paisajes rurales y urbanos, personajes propios de América Latina y nuevas técnicas narrativas. Esta innovación contribuye al desarrollo de la originalidad y la creatividad de los escritores. Representa el reconocimiento de la literatura hispanoamericana en el extranjero y un gran crecimiento en el mercado editorial.
El realismo mágico comparte ciertas características con el realismo épico, como la pretensión de dar verosimilitud interna a lo fantástico e irreal.
El realismo mágico florece con esplendor en la literatura latinoamericana de 1960 y 1970, en un momento en que el esplendor de las dictaduras políticas convierte la palabra en una herramienta infinitamente preciada. Al margen del propio Carpentier, que cultiva el realismo mágico en novelas como “Los pasos perdidos”, los principales autores del género son Miguel Ángel Asturias, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y sobre todo, Gabriel García Márquez, con sus novelas “Cien años de soledad”, “El otoño del patriarca” y “Crónica de una muerte anunciada” las cuales siguen siendo las cumbres de este género.
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